Para cuando un can lanza un mordisco, antes ha expresado su incomodidad de varias maneras por lo que si se detectan se puede evitar el ataque.
La agresividad de los perros forma parte de su lenguaje, por lo que hay que saber interpretara y reconducirla.
Para un perro, morder es la última opción ante una situación en la que se siente atacado y amenazado, es su forma de responder en un momento límite. Ante de llegar a ese punto ha manifestado su incomodidad, su enfado y su miedo de diferentes maneras para tratar de evitar el enfrentamiento.
Por ello es muy necesario que aprendamos a leer su lenguaje corporal e interpretarlo para intervenir a tiempo y destensar la situación.
Lo primero que hay que tener claro es que un perro morderá solo si se siente acorralado o bajo mucha presión. Es su manera de tratar de resolver una situación en la que ha llegado al límite y ya no encuentra otra manera de salir de esa situación. Lo interesante es que para el perro es una última opción que siempre tratará de evitar, por lo que aprovechará cualquier oportunidad de no hacerlo.
Para ello irá mandando una serie de señales que van en progresión y que informan de que esta situación no es de su agrado.
Retraer los belfos y enseñar los dientes, con o sin gruñido es una señal inequívoca de que el ataque defensivo se acerca.
Las señales previas
De mayor a menor, los perros nos muestran seis tipos de actitudes que señalan que hay un conflicto que debe detenerse antes de llegar a la mordida. Y no solo van dirigidas a otros perros, también podemos ser nosotros los causantes de la tensión que sufre, por lo que debemos conocerlas. Son estas:
Desplazamiento: es el nivel más bajo de aviso e informa con su actitud de que no le interesa nada la situación, que no quiere problemas. Buscará alejarse oliendo el suelo, rascándose como desentendiéndose de lo que pase a su alrededor, se moverá de lado. Es aquí donde entran en juego las llamadas señales de calma o apaciguamiento, gestos que se hacen para indicar que no quiere conflictos. Bostezar, lamerse los labios, mirar hacia otro lado, volverse, moverse despacio son algunas. Las describió la adiestradora y etóloga canina Turid Rugaas, que publicó un manual visual sobre el comportamiento canino, "El lenguaje de los perros. Las señales de calma".
Signos de estrés: Cuando estas señales no han funcionado y situación se mantiene aumenta un grado la tensión del perro muestra señales de estrés. Jadeo, pupilas dilatadas, ojos abiertos que muestran el blanco de los ojos, se sacude para liberar tensión, tiembla, eriza el pelo del lomo… Indica que se prepara para el ataque o la huida.
Focalización: Si con todo lo anterior el perro no ha logrado esquivar o detener la amenaza, se prepara para el ataque. El enfrentamiento no es inevitable, pero sí un riesgo cierto. Por ese motivo es muy necesario aprender a leer a interpretar las dos fases previas. En esta etapa permanece inmóvil, mira fijamente el foco de la amenaza, cierra la boca y ya no emite ningún sonido.
Preparación del ataque: En este punto el perro puede avisar de dos maneras, en silencio o con gruñido. Por regla general con la boca cerrada levantará los belfos y enseñará los dientes. Puede gruñir o no. Si se han ignorando las señales esta puede ser la última oportunidad de evitar el ataque.