Dr.Juan Agustín Gómez
Después de algunos
años de práctica en la clínica de animales pequeños, se fue desarrollando en mí una
creciente inquietud con respecto a este tema, ya que siempre había sospechado que era
necesario tener una posición, una actitud coherente y sobre todo honesta frente a una
situación en la que tantas veces me había encontrado implicado y actuado mecánicamente
de acuerdo a los "usos y costumbres" social y profesionalmente aceptados.
Han transcurrido unos cuantos años más, he acumulado experiencia, he
observado con preocupación y atención, he incorporado información y actualmente creo
poder expresar una opinión cuando se me requiere y ésta es una de esas oportunidades.
Ante todo debemos dejar aclarado el significado de la palabra
"eutanasia", con el propósito de que todos sepamos a qué nos referimos cuando
la mencionamos. Personalmente opino que se la usa incorrectamente ya que etimológicamente
significa "buena muerte" o "bien morir" y el diccionario la define
como "muerte sin sufrimiento" y rara vez, el que la practica, se detiene a
pensar si está provocando algún tipo de sufrimiento en su VÍCTIMA. Recordemos, como
ejemplo, al tristemente difundido uso de miorrelajantes del tipo del Paranoval
que simplemente matan por asfixia.
Quiero referirme en esta oportunidad a la situación límite que, en la
práctica diaria de la clínica de pequeños animales, suelen presentarse en la relación
entre paciente, propietario y médico veterinario actuante, dejando de lado,
momentáneamente todas las otras razones, circunstancias y medios en y por los cuales se
llega a decidir que uno, varios o muchos animales deben morir. Es mejor así debido a que
el análisis de motivaciones culturales, sociales y económicas, implica un conocimiento
técnico amplio y profundo de cada uno de esos campos y no me parece prudente tratarlos
con ligereza. De todos modos, cualquiera sea el punto de partida, la meta es la
reivindicación de un principio ético fundamental: el respeto por la vida en todas sus
formas.
De la mencionada relación de tres trataré de analizar, en primera
instancia, las diversas actitudes de dos de sus miembros, siguiendo así la costumbre
establecida en nuestro medio de prescindir de la opinión de un tercero. Dejaré para el
final la observación de la situación y la actitud de este tercer personaje que es,
obviamente, el paciente.
El médico veterinario y el propietario deben coincidir, necesariamente en
sentido afirmativo, para que el hecho se produzca.
¿Por qué el propietario decide que su animal debe morir?
1) Porque el animal está muy viejo, sordo, casi ciego y camina con
dificultad y "él no puede soportar" verlo en esas condiciones, recordando los
momentos felices que pasó viéndolo retozar cuando era joven.
2) Porque, si bien es joven, "él no tolera" verlo con ese
aspecto horrible que le da la enfermedad de la piel, crónica y tan rebelde a los
tratamientos que por otra parte produce un olor tan desagradable, "pobrecito"
(?).
3) Porque la enfermedad es grave, con pocas posibilidades de superarla y
"él sufre mucho" pensando que, después de tanta lucha y dolor, de todos modos
su animalito puede morir.
4) Porque la situación familiar, derivada de la preocupación por la
enfermedad del animal "se hace insostenible".
5) Porque verdadera y sinceramente, cree que existe una posibilidad de
ahorrarle sufrimientos supuestamente inútiles a un animal que ama de verdad.
6) Porque acepta el consejo del médico veterinario.
Los cuatros primeros casos, cuyos argumentos he debido escuchar casi
textualmente con tanta frecuencia, son el resultado de una actitud absolutamente egoísta,
refiriéndose todos ellos a la preocupación que el dueño tiene por su propio bienestar,
olvidando considerar a quien realmente necesita consideración.
Quien nos ha dado tantos momentos felices a través de muchos años merece
que, al menos, le dediquemos unos meses de esfuerzo y algo de preocupación para ayudarlo
a transitar sin dolor los últimos tramos de su vida.
El ser que nos hizo enorgullecer con su belleza no merece ser condenado a
muerte porque momentáneamente no satisface las necesidades estéticas de nuestra vanidad.
Nuestro propio dolor por el enfermo que sufre no puede ser contemplado
antes que el del propio enfermo, porque es él quien necesita ayuda.
¿Y la situación familiar? Muchas veces se invoca la presencia de niños
para los cuales la situación resultaría una experiencia desagradable. ¿Por qué no
aprovecharla para brindarles un ejemplo de solidaridad con el que sufre y de amor por la
vida?
Los motivos expresados en los casos 5 y 6 merecerán ser incluidos en las
consideraciones generales. No obstante sería bueno pensar si detrás de ese
"ahorrarle sufrimientos" no se oculta la intención de desembarazarse de una
verdadera carga o si el consejo del profesional no resulta especialmente apropiado y
oportuno para aliviar un sentimiento de culpa por la consumación de un hecho que no
podrían llevar a cabo sin un cómplice.
¿Por qué el médico veterinario decide que su paciente debe morir?