11 marzo 2015

La leyenda del Kakasbal, que fue derrotado por la fidelidad de un perro


Hoy hablaremos de una leyenda maya, conocida como el Kakasbal, una especie de demonio convertido en animal, que es pesadilla de los campesinos y personas que habitan los montes.

Cada vez que un campesino ve al Kakasbal pega un grito de terror, pues sabe que por más que corra y se esconda puede ser visto por la bestia. Se cuenta que nació en el inframundo; era el espíritu del mal a quien los mayas llamaban la “cosa mala” (Kakasbal) y se supone que venía del centro de la tierra, le decían también “la sombra de las sombras” porque su silueta se confundía con la noche y su voz con los vientos.

A veces podía hablarle a una persona y hacerle creer que era su voz interna, su voz humana, cuando en realidad era una fuerza implacable que buscaba el sufrimiento y la separación de los hombres. Su voz se apoderaba de los hombres y los volvía violentos, malos, codiciosos y ambiciosos.

Es el más horrible de los seres fabulosos mayas: monstruo peludo, posee cuernos y grandes orejas, incontables brazos y pies y garras de cuervo. Su cuerpo está formado por órganos de diferentes animales que se odian entre sí; sus ojos relampaguean y su voz es un sordo sonido gutural. Una serpiente o un lagarto suelen constituir su cola. Al caminar, deja tras de sí un desolado rastro de árboles destrozados y animales muertos. Su funesta presencia la perciben todos los sentidos a la vez, por lo que es aconsejable alejarse cuanto antes de sus dominios, para no respirar el vaho de su aliento ponzoñoso.

El Kakasbal es criatura de la noche y aborrece la luz del sol; en sus andanzas también envenena las plantas, arruina las cosechas y provoca las pestes y las hambrunas. Es enemigo natural del hombre, cuya carne hace añicos con sus poderosos colmillos. A los niños pequeños los envenena para beberse su sangre. Posee también el poder de adoptar diversas formas, y puede transformarse lo mismo en un obscuro pájaro del mal, que en un diminuto insecto o en un hombre perfectamente desarrollado.

El Kakasbal, de acuerdo con la cultura maya, es un ente maligno de gran estatura, con muchos pies y brazos, muy peludo, que en ciertas noches vagaba por los campos destrozando plantas y animales, devorando hombres y bebiendo sangre de niños.

Una de las leyendas más conocidas sobre los encuentros del Kakasbal con los hombres habla de la única vez que ha sido derrotado y no precisamente por un hombre.

Había una vez un hombre que tenía un perro. Pero como este hombre era muy pobre, siempre estaba malhumorado y desquitaba su coraje golpeando a su fiel perro.

El demonio Kakasbal se dio cuenta de ello y quiso sacar provecho del resentimiento que seguramente sentía el animal contra su amo. Entonces, se le apareció al perro y le dijo:



—Dime qué te pasa, pues te veo muy triste.
—Y cómo no he de estarlo, si mi amo me pega sin motivo —contestó el perro.
—Sé bien que tu amo es un malvado. ¿Por qué no lo abandonas? —sugirió Kakasbal.
—Es mi amo y debo estar a su lado —afirmó el perro.
—Yo podría ayudarte a escapar —propuso Kakasbal.
—Nunca lo dejaré —dijo el famélico perro.
—Pero tu amo jamás agradecerá tu fidelidad —arremetió Kakasbal.
—No importa, yo siempre le seré leal —aseveró el perro.

Tanto insistió Kakasbal que, para librarse de ese demonio, el perro le dijo:
—Hummm, me has convencido, dime qué debo hacer.
—Dame tu alma —respondió el malvado demonio.
—¿Y qué recibiré a cambio? —preguntó el perro.
—Todo lo que quieras —prometió Kakasbal.
—Quiero que me des un hueso por cada pelo que tenga en mi cuerpo —pidió el perro.
—Trato hecho —dijo emocionado Kakasbal —y comenzó a contar los pelos del perro.

Pero cuando Kakasbal estaba contando los últimos pelos del perro, éste dio un brinco y la cuenta se perdió.
—¿Por qué te moviste? —le preguntó Kakasbal.
A lo que el perro contestó:
—Las pulgas me devoran y me hicieron brincar. Vuelve a contar.

Cien veces comenzó la cuenta Kakasbal, y cien veces la perdió porque el perro siempre brincaba. Kakasbal al fin comprendió que nada podría hacer frente a la lealtad del perro, y le dijo:

—Ya no seguiré contando tus pelos. Me has engañado, pero también me has dado una gran lección: Es más fácil comprar el alma de un hombre que el alma de un perro.


Fuente: Jorge Moreno | SIPSE